lunes, 16 de marzo de 2009

Libertad


Ya desde hace unos años que compartimos el tiempo juntos. Admiro como se ha ido acostumbrando a mi forma de hacer las cosas, a mí actuar y mis normas. Debo admitir que me ha costado bastante esto de realizar múltiples roles, pero es mi deber.
Lo que más disfruto con él es salir a caminar a los parques. Sentir la brisa correr por nuestras caras y el fresco aroma de los árboles en primavera. A él encanta salir corriendo y esconderse entre los árboles.
Hasta el día de hoy tengo grabado en la mente uno de los paseos que realizamos.
Recuerdo que en la plaza independencia una mujer, con los zapatos en la mano y un libro en la otra, paseaba descalza por el pasto húmedo. Se veía tan fresca que las flores le abrían el paso.
Ese día él no se escondió entre los árboles. Se soltó de mi mano y salió al encuentro de esa desconocida mujer.
Él era el único que recordó que su madre dijo una vez: "los zapatos son las cárceles de nuestros pies”.
Finalmente… pienso que nosotros fuimos sus zapatos.

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