lunes, 16 de marzo de 2009

Por un instante

Las luces seguían brillando hasta largas horas de la madrugada. Entraba y salía gente de todo tipo. Desde señoras con largos abrigos, ostentando sus joyas hasta la gente más modesta.

Él era testigo de lo que acontecía sólo fuera del lugar. Algunos subían a lujosos autos, otros tomaban un taxi o simplemente se iban caminando. Unos salían con una sonrisa de oreja a oreja, celebrando. Algunos se iban reclamando y maldiciendo a cualquiera que pasará por delante. Otros nunca perdían la esperanza. Él también había recibido malos tratos e insultos pero varias veces fue partícipe de la alegría y fervor de algunos.
Tenía claro su objetivo: Entraría al lugar.

Un día decidido, se dirigió hacia las puertas. Estaba muy seguro de lo que hacía. Ya ahí, respiró profundo y dejó que se abrieran automáticamente.
En un parpadeo ya estaba en el edén. Vio luces por doquier, muchos sonidos llegaban hasta sus oídos, risas, copas, etc.
Estaba maravillado por todos los estímulos que recibía.
Un guardia se percató de su presencia y de inmediato se dirigió hasta él. De forma muy brusca le ordenó que saliera del lugar.
No era hora del cierre, seguía entrando gente. Sin embargo, él tranquilo y sin moverse le dijo al guardia:
“Amigo no se preocupe, sólo quiero mirar un ratito”.

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